MISIÓN
EL SANTUARIO

El Santuario es resultado de un encuentro con el ser profundo, un momento único de vida interior. Cuando, en 1989, Michel Domit recibió una oferta para adquirir un increíble terreno en Valle de Bravo, en lo alto de un monte con vista al lago, el Grupo Domit atravesaba por un mal momento financiero. Michel, de entrada, rechazó la propuesta.

Sin embargo, esa noche, mientras meditaba, sintió la presencia de su padre, que había muerto cuando él tenía 12 años. Al tiempo que percibía su amorosa protección, Michel entendió el mensaje profundo que este hombre no pudo darle en vida: su misión era crear espacios de armonía y convivencia entre el ser humano y la Naturaleza.

De inmediato, la imagen del monte dominó su mente. Y entonces se decidió: El primer paso para realizar el cometido de su vida sería adquirir la tierra antes rechazada y construir un… ¡un santuario! Sí, ese lugar sería un ejemplo mundial de sana convivencia entre los humanos y el medio ambiente.

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Aquel golpe de intuición, de encuentro consigo mismo y sus ancestros, unido al corazón de la montaña y la esencia de la tierra, fundó El Santuario, un hotel en Valle de Bravo que detiene el transcurrir estruendoso de los días y permite que los huéspedes se desconecten del mundo exterior. Al restablecer la comunicación con su ser interior, el viajero puede reencontrar todo aquello que su ser necesita realmente, recupera el antiguo contacto con la naturaleza y es capaz, incluso, de trabajar, si tal es el motivo de su estancia, con mayor productividad y capacidad creativa.

Si a estos nutrientes espirituales agregamos que la cocina, la atención y todos los espacios y servicios del hotel restauran, fortalecen y cuidan también la salud física del huésped, podemos confirmar que Michel ha honrado el legado de su padre y nos permite sumarnos a él y vivir personalmente una experiencia de armonía perfecta para hacer de la llamada “nueva normalidad” posterior a la pandemia de Covid-19 el comienzo de una vida mejor, de mayor consciencia planetaria y de una convivencia más humana y, a la vez, exquisita, suntuosa y plena.