El Santuario se construyó en un diálogo con la montaña y la sabiduría de esta tierra cargada de energía. Cada espacio invita a un viaje interior para encontrar concentración y elevar el espíritu y los sentidos, a través de elementos de la naturaleza y símbolos de culturas milenarias.
La presión de milenios y el poder de la naturaleza crearon grandes depósitos de cuarzo en la montaña de El Santuario. El cuarzo es energía universal, capaz de absorber, equilibrar, transformar y proyectar energía en los seres humanos. Este cristal maravilloso tiene la propiedad de calmar la mente y nivelar las emociones.
El vitral de la Puerta de la Noche es creación del maestro italiano de la luz Narcissus Quagliata, considerado uno de los artistas contemporáneos más importantes del vidrio. La puerta representada en esta pieza simboliza el tránsito entre la oscuridad y la luz, punto de acceso a otra realidad. La puerta siempre nos anima al viaje, nos aventura al misterio.
El cisne recibe y despide a nuestros visitantes en la plaza y es un referente de unión entre el cuerpo mortal y el alma trascendente. A lo largo de los milenios, diferentes culturas han visto en el cisne símbolos de pureza, gracia, belleza, realeza, silencio, contacto con una consciencia espiritual más elevada.
Desde hace más de dos milenios y medio, el agua es el símbolo integrador por excelencia, puente entre el mundo físico y el espacio ilimitado del espíritu; conjunción de universos, punto encuentro con el ser interior. Metáfora del fluir del tiempo, esencia de la vida, sabiduría adaptativa a todas las formas, en El Espejo de Agua, la mirada interior.
El espíritu de la montaña, al dictar el proyecto arquitectónico de El Santuario, sugirió las escaleras de piano, las cuales se mueven ligeramente al pisarlas, con la intención de que el movimiento regrese la atención al momento presente a cada pisada.
El extraordinario vitral fue creado por el maestro italiano Narcissus Quagliata, autor del domo de la Basílica de Santa Maria degli Angeli, Roma, poseedor de una poética que mira de frente, a través de cristales, el enigma del Cosmos. Este ambiente fue diseñado para la meditación, el recogimiento personal y el viaje espiritual.
Este ambiente fue diseñado para la meditación, el recogimiento personal y el viaje espiritual. El extraordinario vitral fue creado por el maestro italiano Narcissus Quagliata, autor del domo de la Basílica de Santa Maria degli Angeli, Roma, poseedor de una poética que mira de frente, a través de cristales, el enigma del Cosmos.
Es una representación del laberinto de Chartres, la entrada simbólica a la ciudad celestial. Sigue los trazos de la geometría sagrada para manifestar la divinidad en el universo, el misterio de la unidad y también, invitar a un camino espiritual. Entrar a un laberinto es entrar a un camino de transformación, en el que hay que confiar en el trayecto, incluso cuando se desconozca el desenlace.
El libro sagrado chino I Ching no es propiamente adivinatorio: es un atisbo aunado a los consejos de sabios antiguos. Sus sesenta y cuatro hexagramas, cada uno hecho con seis niveles de líneas continuas o discontinuas, hablan del cielo y la tierra, como las sesenta y cuatro habitaciones de El Santuario. Representa la puerta que cada visitante penetra para el conocimiento de sí mismo.
La dualidad está presente en el día y la noche, la luz y la oscuridad, el sol y la luna. El Yin-Yang del I-Ching, filosofía que está representada en las 64 habitaciones, tantas como hexagramas existen. La puerta de cada habitación es una obra de arte, una manifestación de los aspectos femeninos y masculinos, que se integran en cada ser. Es una invitación a reconocer la no dualidad, la integración en cada uno de nosotros.